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sábado, 4 de septiembre de 2010

Había una vez.... una contadora de cuentos... quilteados!

Ya desde niña le encantaba jugar con hilos, retazos, lanas. Leía mucho, muchisimo. Las hojas de los cuentos de hadas la llevaban a lugares lejanos. Era amiga de esa Princesita exquisita que podía sentir el garbanzo bajo los colchones. La Reina de las Nieves la congelaba de solo pensarla... Viajaba al fondo del mar de la mano de la Sirenita mucho antes de ver la version moderna en la pantalla del cine al lado de sus sobrinas (gran excusa los niños que nos regala la Vida para animarnos a ir al cine a ver una película "infantil")... la Escuela de las Hadas era su libro preferido, de autor argentino, Conrado Nalé Roxlo.

Después creció. Hilaba historias con la misma habilidad e imaginación con la que tejía, bordaba o cosía. Amaba las hojas, y las hebras. Las hojas de sus libros compañeros de aventuras. Las hebras de sus madejas que siempre la acompañaban. El mundo de hadas, duendes y dragones le era tan conocido como el patio colorado de su colegio.

Pero, en algún momento, oyó la voz de los adultos que le decían que bajara a la Tierra. Que dejara de volar. Que la vida era lineal. Y la niña dobló sus alas en su espalda. Guardó sus colores y sus cuentos. La vida se volvió blanca y negra. La tinta de la lapicera permaneció por años dormida, como otrora durmiera la Bella Durmiente.

Pero se acuerdan? La Bella Durmiente se despertó. Así también la niña un buen día se despertó. Una mujer adulta que le sonaba muy conocida la llamaba suavemente (¿aunque qué era eso de llamarla "niña interna"?); la invitaba a devolverle su voz, su magia. Como en esa película que pasan por cable en que la chica se despierta hecha una mujer de más de 30 años, la niña recién despierta comprobó que estaba casada con su Príncipe, y que tenía cuatro apuestos hijos Principitos. Hasta un perro tenía en su reino.

Sólo faltaba que ella, la Contadora de Cuentos, volviera a ocupar su lugar en el Círculo.

Sin perder más tiempo, la Contadora de Cuentos busco sus colores: se rodeó de sus telas, de sus hilos, con el mágico degradé de colores del arco iris. Busco sus tijeras. Su máquina de coser. Y quilteó. Y quilteó. Y quilteó...

Cada una de mis quilts cuenta una historia. Aca les cuento mis cuentos... quilteados. Gracias por escucharlos.

Victoria